Existe constancia documental de la celebración de la fiesta de Inocentes en Juarros en el siglo XVIII. Aunque hay razones sobradas para suponer que se celebraba desde mucho antes. En Castilla fueron numerosas las poblaciones con organizaciones de mozos, a veces también llamadas “cofradías” y en ocasiones muy reglamentadas, y con alcaldes o reyes como dirigentes, como mostraban los estudios de Olmeda (Cancionero, 1902) en Burgos, de López Morán (Derecho consuetudinario y economía popular, 1897) en León, de Martínez Mancebo (Sociedad de mozos de Camporredondo, 1977) en Palencia, igualmente está documentado en Soria, especialmente en el oeste de la provincia, y en Zamora en distintas zonas, etc. En particular en la Tierra de Segovia, incluida la ciudad, fue muy generalizada la figura festiva del “Alcalde de mozos”, que en Juarros preside la fiesta acompañado de la “Justicia”, término con el que se designa al grupo de mozos -cada uno desempeñando un cargo- que junto a él protagonizan la fiesta. En la ciudad de Segovia, en los barrios, y en los pueblos de la Comunidad y Tierra, un “Alcalde de mozos” tenía su “reinado” desde Pascua de Navidad hasta Reyes, presidiendo juntas y fiestas, pidiendo el aguinaldo de casa en casa, recogiendo viandas para celebrar cenas y teniendo después bailes a los que estaban invitadas todas la familias, en especial aquellas en las que había mozas, y también las autoridades, que propiamente no aparecían, porque se entendía que era el “Alcalde de mozos” el responsable del orden (Vergara, 1909).
Para una comprensión más profunda de la fiesta de Inocentes se requiere en un principio retomar el esquema tradicional de la diferenciación de secciones de la población por categoría de edad y por tanto la adopción de la configuración ritual que se denomina el ciclo de la vida. Esa misma propuesta se encuentra en la monografía citada de Vergara y Martín en 1909, cuyas apreciaciones generaliza para los pueblos de la Tierra de Segovia. Los tránsitos en la edad que se marcaban entonces eran en primer lugar el nacimiento, con un conjunto de prácticas relacionadas con la concepción, el parto, el cuidado del recién nacido y luego el bautismo. Se trataba de prácticas que tenían lugar principalmente en los espacios domésticos y el bautismo en la iglesia, con acompañamiento limitado a la familia. La segunda transición que Vergara refiere a los varones, pero también a las mujeres y describe empleando la categoría de “solteros”, llevaba a formar parte del grupo de mozos, -llamado también la mozada o mocetada, y comenzaba entre los 14 y 16 años y terminaba cuando llegaban al casamiento, entonces en torno a los 23- 25 años. Las prácticas que marcaban esta segunda transición tenían lugar sin embargo en los espacios públicos. Es en este contexto en el que Vergara Martín describe el “reinado”, es decir, la elección y jefatura del alcalde de mozos. La tercera transición era el noviazgo y la boda, cuyo acto previo era “el ajuste de boda” que tenía lugar entre los padres de los novios en el espacio privado del domicilio de los de la novia. La boda y todo el conjunto de prácticas festivas que suponían implicaba no sólo a las familias de los novios, sino también a los mozos y las mozas y de una u otra manera a prácticamente todo el vecindario, la boda propiamente se celebraba en la entrada de la iglesia y luego dentro tenía lugar la misa. Los hombres iban de capa y sombrero. Las fiestas duraban tres días. Por la tarde había baile en la plaza y por la noche en la casa del Ayuntamiento. Se iniciaba con el baile “de rueda” y posteriormente con los estilos y modas que predominaban en la ciudad. El baile lo iniciaban los novios, luego los padrinos y después los mozos con sus respectivas novias y el resto. El padrino cuidaba del jarro de vino del que quien bebía habría de contribuir con una aportación en dinero para “las galas de la novia”. En los días siguientes se hacia la ofrenda, aportaciones en dinero para los novios por parte de padres, padrinos, hermanos e invitados y las corridas de la rosca, también con aportaciones. El último día se hacía tornaboda con comida y contabilidad de lo recaudado y gastado.
También el tránsito final, la defunción, convertía al espacio doméstico donde ocurría la muerte en lugar de visita donde acudían todos y las prácticas de duelo y acompañamiento se realizaban en los espacios públicos, iglesia y cementerio. La cofradía se encargaba de velar al enfermo y luego del entierro. Acudían a él todos según un orden establecido que abrían los chicos de la escuela, luego los enterradores, el ataúd, el cura, el juez, los vecinos y las mujeres. Después del entierro se hacían los responsos con aportaciones de los vecinos que recibía el cura y en los siguientes días se hacía el novenario en la iglesia (Vergara 1909).
Los ritos del ciclo de la vida eran ocasionales. El de la defunción especialmente. El bautismo generalmente se programaba en algún festivo, conveniente y próximo a la fecha de nacimiento y las bodas preferentemente tenían lugar en domingo y una vez terminado el verano. Así es como se percibe que la fiesta de Inocentes tiene ante todo un especial estatus. Participa a la vez del ciclo anual festivo y de las transiciones del ciclo de la vida y de modo muy especial los enlaza. El periodo de mocedad tiene por un lado unos límites de edad -que ha ido modificándose con el tiempo-, pero otro lado también de condición social, la soltería. La combinación de ambos criterios y la homogeneización del conjunto de individuos que van cumpliendo la edad se logra mediante el ingreso/salida en un grupo que comparte una categoría, la de mozo. La fiesta de Inocentes cada año proporciona a ese grupo, a esa categoría, como decía Vergara, un “reinado”, es decir, un protagonismo, una visibilidad social. Pero Inocentes sin dejar de ser una fiesta en la que igualmente están implicadas las familias y al fin y al cabo el pueblo en su conjunto conlleva una serie de prácticas que dan fluidez al ciclo de la vida, algunos acceden con ella a la categoría de mozo, otros ejercen y se muestran competentes, dignos representantes de ella y otros finalmente la abandonan, para seguir después como vecinos, como casados. Inocentes en Juarros de Voltoya realiza y a la vez representa el flujo de los individuos que forman una comunidad, el flujo de las generaciones que la perpetúan y el flujo y vitalidad de una sociedad a lo largo del tiempo. Cada año, Inocentes hace fiesta del ser mozo en Juarros y hace fiesta de Juarros como comunidad que se ha perpetuado en el tiempo. En los tiempos anteriores a los procesos migratorios la propia rutina de la sucesión del ciclo festivo anual había conseguido engranarse con el ciclo de vida y de esa manera Inocentes se repetía cada año, pero sus figuras más representativas eran desempeñadas por distintos mozos, o por un mismo mozo en distintos papeles, por lo que no era nunca la misma fiesta.