Del bingo de Eurípides al Romance de la Reina Brava; Las Niñas de Cádiz no han tardado ni un suspiro en volver al Juan Bravo. Lo hacen por partida doble y para estrenar y es algo que nos apasiona, nos hace reír y nos llena de alegría y amor.
Todo lo contrario que a la duquesa y a su hija, que perpetran un terrible magnicidio movidas por la venganza. Espoleadas por el odio y el rencor que despierta en ellas lo que consideran un trato injusto de la Reina. Una Reina Brava que acumula poder sin escrúpulos; que gobierna, tirana en implacable, sin nadie que logre hacerle sombra.
Con un vestuario y una coreografía inspirados en el teatro isabelino. Con austeridad, minimalismo y sencillez. En verso y con la canción como hilo conductor de la narración. Con la interpretación expresiva y orgánica que se burla de la cuarta pared. Así vuelven y así siguen Las niñas de Cádiz; haciendo una fiesta con el público, incluso en los bailes al son de los acordes más oscuros.