Alguien que a la edad de tres años comenzó a tocar el piano a través del método Suzuki, que durante el confinamiento de la pandemia convirtió sus conexiones en directo en un universal club de jazz en la lejanía y que, para su supervivencia como músico, ofrece a sus seguidores la posibilidad de ser sus mecenas a través de diferentes fórmulas, merece, al menos, ser tenido en cuenta.En la página web de Emmet Cohen, la foto de un niño con cara de genio interrumpido en un momento de inspiración invita a ser entusiasta de su trabajo. Otra de un joven observando con compenetración un metrónomo amplía la invitación, una tercera en el despacho Oval junto a Barack Obama avisa de que la cosa puede ser legendaria y una última, del mismo niño y del mismo joven, sentado sobre un piano, cierra una negociación seria para amantes de la música. Más concretamente para amantes del jazz.«Desde el mismo instante en que me senté al piano con tres años, soñé con viajar alrededor del mundo y tocar para un público agradecido», afirma Cohen. Y hoy, veintiocho años después, diferentes títulos de la Escuela de Música de Manhattan y de la Universidad de Miami después, grabaciones y colaboraciones con Ron Carter, George Coleman, Houston Person, Kurt Elling, Billy Hart o Lea DeLaria después, está en Segovia junto a Russel Hall al contrabajo y Kyle Poole a la batería. Desde el Smoke de Harlem hasta el Teatro Juan Bravo.
Más información y entradas en www.teatrojuanbravo.org
